miércoles, 16 de mayo de 2012

hoy por ejemplo


Las cosas han empezado a cambiar, la sensación de la quién soy, de la que hay adentro de mi, esta cambiada, alterada. Su estomago a la deriva, en sube y baja.
De repente me he visto pensando distinto sobre una situación, sobre la que en otro tiempo hubiera pensado de otra manera. No me reconozco.  Cambio de piel, me dijeron hoy en una plática de chat, quesque así sucede cuando se cierran ciclos. Como he escuchado esa expresión estos últimos meses! desde fines del año pasado. Y creo que no la entiendo porque tal vez no he cerrado nada, mi vórtice solo sigue creciendo, mis círculos no son redondos, son espirales, son la banda de moebius, girando, rueda y rueda. Los remolinos crecen y a veces es inevitable ser revolcada y arrastrada hasta los abismos de la estoica razón. Quien quiera azul celeste, que le cueste, dice el sabio refrán. Y en los últimos pasos, más sesudos, más confiados, más sentidos, más vividos, el celeste nomás no ha llegó. Cierre de ciclos, vaya.
Epitafios podría seguir mascullando, cuando este apachurramiento que siento, se siente como andar sin vida, desalmada, desangelada, descentrada. Un sentir otro, ya sin los escándalos de la adolescencia, sin las tribulaciones corta las venas del bachillerato, sin la desgarradora pasión del sin sabor y el sin sentido de la juventud más bravía; el olor amargo del pesar y sus tormentos, camina junto a mí, sigiloso, y a cuenta gotas, de repente me tortura.
Quién diría que el optimismo me ha abandonado, que el coco-wash que elegí, en lugar de quedarme sola con mis desvaríos, con todos mis martirios y ese enorme desconsuelo, el de los encuentros cósmicos y cerebrales; por  el de los sabores terrenos del compartir, del despertar todas las mañanas como si fuera un tiempo nuevo, un empezar con toda la fuerza del entusiasmo y disfrutar del amanecer de todo los días, como si fuera el alborada más esplendida que jamás hubiese visto antes. Quién diría que el optimismo me abandonó, hoy por ejemplo, todo apesta.
Quién diría que disfrutar de los aromas que emanan del néctar de las flores, es el más sublime de los estruendos del olfato; que el caminar las avenidas tapizadas de flores púrpura de jacaranda es como danzar el baile interminable sobre una alfombra voladora, magia. Que el escuchar los trinos diversos, los cantos exóticos de las aves que visitan los alrededores de mi jardín, o los que me acompañan por las tardes camino de regreso a casa, son un oasis exclusivo y la montaña sonora más resplandeciente que abrazar. Hoy por ejemplo, los desacredito.
Este desanimo no viene estruendoso y fugaz. Este, se impregna, se adhiere lentamente a cada paso, por cada segundo, aprovecha mis únicos suspiros; ahora experimentarlo es diferente, no, no me reconozco.
ahorita vengo
voy a dar un paseo
alrededor
de
mi
vida…
                ya vine

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